martes, 16 de octubre de 2012




“Las palabras hacen trampa”
Asfalgramas
                       Fotografías de Carmen Amato



 POR SUSANA ROZAS


                                   “Puesto que la atención tiene la necesidad y el poderde                      
                                    rehacerse, permanece entera cada vez que lo hace. También la
                                       atención es una serie de comienzos, está constituida de esos re
                                       nacimientos del espíritu que tornan a la conciencia cuando el
                                       tiempo crea instantes”.   
G. Bachelard

Estamos ante un nuevo código,  de alguna manera particular, ya que aún no ha sido nombrado. Los asfalgramas se nos presentan como mixturas instantáneas con posibilidad de mutaciones.
Todo el lenguaje pleno de la memoria configura un palimpsesto de textos en clave, nervado por corrimientos semánticos que articulan criptogramas recticulares, posibles redes de nuevas lecturas, esto es lo que nos sucede con las imágenes. Con las fotos se nos presenta una particular manera de abordar el “signo”. Dice Barthes: “La imagen fotográfica es la reproducción analógica de la realidad y no contiene ninguna partícula discontinua, aislable, que pueda ser considerada como “signo”. Sin embargo, existen en ella elementos retóricos (la composición, el estilo…), susceptibles de funcionar independientemente como mensaje secundario. Es la connotación, asimilable en este caso es un lenguaje. Es decir: es el estilo lo que hace que la foto sea lenguaje.”. Vamos a tomar su  criterio respecto  a que el referente del signo se encuentra ahí, pero en un tiempo que no le es propio…esto nos interesa para poder abordar la teoría de Bachelard descripta en    “La intuición del instante”, en los asfalgramas, ese instante esta captado por la máquina fotográfica o por quien la dispara? ¿Captar el tiempo? “Si tomamos la vida por su mitad, en su crecimiento, en su ascenso, tenemos muchas posibilidades, con Bergson, de demostrar que los vocablos ‘antes’ y ‘después’ casi no tienen más que un sentido de referencia, porque entre el pasado y el porvenir seguimos una evolución que de acuerdo a su logro general parece continua.¿pero si pasamos al dominio de las mutaciones bruscas, en donde el acto creador se inscribe bruscamente, cómo no comprender que una era nueva se abre siempre por un absoluto?”…Qué nos dirán estos signos callejeros que abruptamente han sido sacados de su continente y de su soledad?
La duración está hecha de instantes sin duración, como la línea recta está formada por puntos sin dimensión.
Incorporado en el terreno de los asfalgramas, llegamos a la definición de signo, por lo que nuestra vista tiene presente. El significado de la palabra, que proviene de signum, es objeto o fenómeno que por naturaleza o convención, representa o sustituye a otro. Como verbo, signar es: imprimir o sellar una cosa. Lo podemos percibir por los sentidos y nos produce una idea en la mente. Aquí daríamos con el significado y el significante. No obstante, de la Enciclopedia extraemos una acepción que nos interesa para esta muestra de arte (urbano?) “hacer saber, declarar o manifestar una cosa. Hacerse notar o distinguirse por alguna cualidad o circunstancia”.
Inscribiendo a Charles S. Pierce y su teoría del signo, seguimos en detalle su pensamiento: un signo o representamen, es algo que, para alguien, representa o refiere algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o tal vez, un signo más desarrollado. Este signo creado es lo que llama el interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que a veces Pierce ha llamado el fundamento del representamen.
A la función mediadora la llama Interpretante. Esto es, otro signo en una cadena infinita, es decir, una semiosis ilimitada.
El interpretante es la modificación producida en el pensamiento por un signo. Pero pensamiento no debe entenderse en principio como fenómeno psicológico individual, sino que tiene que ver con el proceso discursivo que se da en el ámbito de la comunidad humana.
Cada interpretante es signo de su objeto, y, a su vez, requiere otro signo para su interpretación. Es decir, una cadena de signos interpretantes.
Siguiendo la teoría de Pierce, nos alentamos en el reconocimiento de un aspecto; una especie de idea retenida.
Agregamos que tal vez sensaciones, intuiciones, sentimientos, fragmentos de poemas que no llegaron a nacer o quizás, sí: un poema empedrado en su lugar.
No parten de la nada estas imágenes- asfalgramas y nos transmiten algo, aquello a lo que nos disponemos a entender, a captar.
Cada uno es el interpretante de estos signos y nos apropiamos de su significado mediante nuestras relaciones o proyecciones sensoriales.
Pero podemos agregar que también un espíritu sensible, los vea como señales que anuncian una información que se está transmitiendo.
En psicoanálisis este aislamiento sería una huella portadora de un mensaje indescifrable (o no) y se intentaría poner en movimiento a partir de la re- vinculación con otros.
Estos asfalgramas hablan de un episodio mudo donde algo debe ponerse. El precio que paga lo psíquico por su capacidad de simbolizar es obvio, porque lo que se mueve es difícil de atrapar y este cambio permanente produce en algunos hombres una especie de angustia.
Pero la foto está ahí. El artista ha trabajado, le ha otorgado tonos, diseños, un lenguaje icónico para presentarlo…Ha captado una porción sin principio ni final, donde se representan heteróclitas marcas asfálticas que podrían derivar en un lenguaje más allá del lenguaje. Una marca metafórica.
Cada observador es, en sí mismo, función y parte de dicha cadena. Nunca la misma con una móvil fijeza apenas atrapada por el disparo instantáneo tratando de otorgarle una realidad y una eternidad.
Los asfalgramas al no pertenecer a la simbología, hallan su exclusividad  en la semiótica urbana para provocar una red motivadora tan intrínseca que, hasta es posible que como peatones convivamos con estas criaturas de gritos sellados. Como canta F. Páez, las palabras hacen trampa.

                                           

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